16 de enero de 2017 08:22
La carrera diplomática marcó la ruta de Patricio Zuquilanda
Agustín
Eusse
Los
más de 13 años que han pasado desde que fue canciller de la República no le han
marcado en su físico, salvo por el tinte que disimula sus canas.
A
sus 69 años el guayaquileño Patricio Zuquilanda Duque mantiene un semblante
adusto pero con una vitalidad que le permite enfrentar extenuantes recorridos
de campaña por Quito y el país.
A
las 11:45 del viernes 6 de enero del 2017, los teléfonos de sus asesores suenan
constantemente en el cuartel general de campaña del Partido Sociedad Patriótica
(PSP), ubicado en la calle Bélgica y av. 6 de Diciembre, en el norte de la
capital.
Van
casi seis horas desde que el candidato presidencial madrugó para atender
entrevistas en televisión, en radios y con reporteros del Instituto de la
Democracia del Consejo Nacional Electoral.
Su
última parada sería la ciudad de Loja para cumplir una larga jornada de
recorridos de campaña junto a Priscila Flores, su tercera esposa. A ella la
conoció hace 12 años en la Cancillería cuando ejercía como titular del Palacio
de Najas.
Con
un elegante traje azul, corbata y zapatos de color vino bien lustrados,
Zuquilanda posa para la sesión de fotos delante de una gran pancarta plasmada
con imágenes del líder del PSP, Lucio Gutiérrez, que gobernó el país desde el
15 de enero del 2003 al 20 de abril del 2005. En una de ellas se observa al
coronel junto al exmandatario estadounidense George W. Bush, con quien su
régimen mantuvo una relación muy cercana.
Zuquilanda
es un hombre de buenos modales y educado, producto, dicen sus allegados, de su
formación y experiencia diplomática.
Hasta
el 2007, este licenciado en ciencias políticas y sociales, doctor en
jurisprudencia y especialista en planificación y desarrollo regional formado en
las universidades Central del Ecuador, Federal de Pará en Brasil y Suiza,
cumplió 37 años de trabajo en el servicio exterior.
Antes
de ser designado canciller por el gutierrismo, fue jefe adjunto de misión en
las embajadas de Estados Unidos y Colombia, así como embajador en Egipto, Corea
del Sur, Tailandia, Singapur, Malasia... En mayo del 2007, dos años después del
golpe contra Gutiérrez, el excanciller Zuquilanda entró de nuevo en escena como
representante de la OEA en Costa Rica.
También,
es de gustos finos. De canciller tomaba agua aromática en una taza de porcelana
con filo dorado grabada con el escudo nacional. Un pasaje controversial ocurrió
en agosto del 2003 cuando el diputado Guillermo Haro denunció la venta de un
auto Mercedes Benz, alemán, flamante, adquirido por el Canciller y exonerado de
impuestos. La supuesta transacción se realizó a los 42 días de haber ingresado
al país, mientras que la ley ordena que se lo comercialice a los cuatro años.
Pero Zuquilanda desvirtuó la acusación. “Nuestro procedimiento en la
Cancillería siempre fue austero, muy disciplinado”, señala Zuquilanda a diario
EL COMERCIO.
Él
mismo recuerda el episodio del escándalo que se armó con la venta de una
limusina -un Cadillac antiguo- que el Palacio de Najas usaba para recibir a
personalidades extranjeras. Como estaba en desuso el Ministerio alquilaba un
Mercedes Benz con chofer incluido por el que pagaba USD 1 000 diarios. “La
solución fue vender un lote de vehículos viejos que estaba abandonado en los
patios de la Cancillería y así conseguimos USD 60 000 para comprar un Cadillac
nuevo”.
Zuquilanda aprecia el caballo criollo. Aunque su familia, oriunda de Macará, en la frontera sur, no fue acomodada pero sí de clase media, recuerda que de muy niño acudía a su escuela unidocente montado en caballo. Esa afición la heredó de su padre, José Zuquilanda, oficial del Ejército y héroe de la Guerra del 41. De él aprendió la disciplina y otros valores militares como el respeto a las autoridades. Pero también es frontal y metódico. E impaciente, dice su esposa Priscila.
“Soy
muy disciplinado, austero, planificador y ejecutivo y por eso es que soy
impaciente”, reconoce. Según él, uno de sus grandes defectos es que exige mucho
a las personas. Su viejo amigo y compañero en la carrera diplomática, Edwin
Johnson, lo califica como una persona fogosa pero controlada. El presidente del
PSP, Gilmar Gutiérrez, se refiere a él como un amigo leal, de principios firmes
y muy solidario. En eso coinciden sus colaboradores y amigos Fernando Balda
(exPSP), Néstor Marroquín y Ramiro Montenegro.
Por
sus características de experto negociador y por su capacidad para resolver
conflictos fue escogido como candidato a la Presidencia, asegura el asambleísta
Gutiérrez.
Sin embargo, en los 19 meses que Zuquilanda estuvo al frente de la
Cancillería se registraron una serie de hechos que afectaron la imagen del
país. Desde las irregularidades en la designación de la cuota política del
servicio exterior, hasta sus inoportunas declaraciones en un simposio en Madrid
que mereció el rechazo de asociaciones de inmigrantes. En marzo del 2005
Zuquilanda confesó que su madre contrató colombianos ‘sin papeles’ para que
laboren en su finca. En su defensa el excanciller explicó que la anécdota no
fue más que una metáfora.
Pero
quizás lo más cuestionado fue la cercana afinidad que Gutiérrez y él tenían con
EE.UU. A Zuquilanda se le criticó su poco sentido de país porque consultaba
frecuentemente con la Embajada americana. Exdiplomáticos y políticos lo
acusaron de mermar la soberanía por “tratar de jugar en las grandes ligas” con
EE.UU.
Cuatro
meses después de la caída del gutierrismo, Zuquilanda fue censurado por el
Congreso. Lo responsabilizaron del hundimiento de ocho barcos por parte de
EE.UU. y aliarse al Plan Colombia. Las últimas encuestas de Market, Cedatos y
OpEcuador dan al candidato menos del 1% de la intención de voto.
Texto y foto tomados de El Comercio
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